¿Dormir sin almohada es bueno o malo?

Una de las preguntas más frecuentes relacionadas con el descanso nocturno trata sobre la utilización de la almohada a la hora de acostarnos. Para empezar, hay que tener en cuenta que no todas las personas tienen la misma constitución, ni el mismo tamaño. Por ejemplo, un caso especial es el de los bebés. En este caso, deben dormir siempre sin almohada ni otros objetos blandos por seguridad, como recomiendan los pediatras.

Ahora bien, a medida que crecemos y ya en edad adulta desarrollamos una necesidad creciente hacia la almohada (con sus distintas texturas, dureza y grosor). O mejor dicho, nos lo pide nuestro cuello, para que pueda descansar de forma correcta dado que es una zona del cuerpo donde se concentran muchos músculos que de no estar relajados podrían provocarnos dolor. La almohada actúa como soporte de nuestro cuello evitando su exposición a tensiones  o dolores musculares que podrían dificultar nuestro sueño.

Son muy pocos los estudios médicos que recomiendan dormir sin almohada y básicamente, los que lo hacen se centran en un perfil de persona que tiende a moverse poco en la cama y a dormir boca arriba.

Justamente el grado de actividad mientras dormimos, así como la postura que usamos son factores clave para escoger un tipo de almohada u otra. Hay teorías para quienes duermen de lado, boca abajo (cosa que no recomendamos)… La distancia entre los hombros y la almohada… Distintas variantes que debemos tener en cuenta antes de tomar una decisión tan importante para nuestro descanso.

Aún así, la mejor manera de elegir es la de probar los distintos modelos, notar como se adaptan a nuestra cabeza y cuello y valorar el grado de comodidad que nos genera una almohada u otra. Una elección a la que muchas veces no le damos importancia y que muy a menudo tiene una incidencia directa en nuestro estado físico, pudiendo causarnos dolor cervical, y otro tipos de molestias que deberíamos prevenir para asegurarnos de que ningún dolor nos impida dormir bien.

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